jueves, 17 de marzo de 2022

CUENTOS HISTÓRICOS II

 Lía Lázaro 2BA

12 de febrero de 1973

A mis queridos padres:

Les escribo para informar a vuestras mercedes que estoy en perfecta salud a lo que físico se refiere, ya que estos últimos dos años no han sido más que dolores de cabeza. El deseo de darme el mejor futuro mandándome a palacio, se ha tornado pesadilla. De mi oficio no me quejo, tengo un buen salario, mis compañeros son muy amables y las condiciones eran muy buenas, hasta que vino el italiano.

Justo después de la marcha de Isabel II, los sirvientes de palacio tuvimos una vida bastante tranquila, solamente teníamos que mantener el estado del edificio impoluto cuando estaba el general Serrano ejerciendo como regente.

Un día vino el general Prim dando gritos, aclamando que íbamos a tener nuevo rey. No pude enterarme muy bien de la conversación que tuvo con Serrano al respecto, ya que todos teníamos la oreja puesta en la puerta de la habitación donde estaban. Sólo pudimos sacar la conclusión que había un candidato italiano. Resulta que a lo que vino el general Prim era para informar que se haría una votación para elegir al nuevo rey, en donde ganó Amadeo De Saboya, Duque de Aosta. Hijo del rey de Italia.

Imagínense ustedes nuestras reacciones en palacio, “¡Un rey italiano!” exclamó una de mis compañeras. “¡Seguro que ni español habla! ¿No podían haber elegido otro candidato al que podamos servir sin adivinar lo que dice?”. Nos preocupaban los rumores que nos llegaron sobre la mala suerte que le acompañaba desde el día de su boda, en el que murieron hasta 7 personas; unas por suicidio, y otras por accidente.

Vivíamos con la incertidumbre de correr la misma suerte que aquellos pobres, Dios les tenga en su Gloria.

Mis predicciones no fueron del todo incorrectas. Durante los próximos años se manifestaron una serie de catastróficas desdichas que llevarían, no solo a palacio a la locura, sino también al país. 

Justo antes de la llegada del nuevo rey, un atentado ocurrió en una calle de Madrid. Cuando el mozo que nos vende la harina terminaba su ronda, vio como unos hombres con el rostro tapado disparaban contra una carroza lujosa. Dentro se encontraba el general Prim, el apoyo principal del Rey. Murió justo antes de que el italiano viniese.

Su homenaje no duró mucho, pero en el propio funeral pudimos conocer de primera mano al que sería nuestro jefe principal. Efectivamente, no hablaba español, pero eso no impidió que nosotros, sus sirvientes, nos enterásemos a lujo de detalles de todos los problemas que le surgían.

Después de que jurara ante las cortes vinieron los problemas. Cada día llegaba del Parlamento agitado, bien por los moderados o bien por los progresistas. Los moderados apoyaban con incondicionalidad a Isabel y su hijo, reclamaban cada segundo que podían su vuelta, y los progresistas…Algunos le apoyaban y otros no. Era comprensible, si yo fuera uno de ellos tampoco lo haría. Empezamos por que el hombre no era nada avispado, era muy dubitativo. Si un hombre no puede decidir si prefiere su café con solo un terrón o con dos, ¿Cómo gobernará un país?

Cada día escucho aún más que dichos progresistas quieren una república, y eso me da mucho miedo. Ustedes ya saben que mi opinión acerca de ello es nula, pero eso me ha hecho pensar, ¿Qué sería de mi puesto de trabajo? No solamente lo pienso yo, muchos de mis compañeros también. Cada vez que apagamos luces nos surge la misma duda, aquella que nos quita el sueño y que incluso nos hace imposible trabajar. Nunca sabemos si apoyar al Rey o no. Al fin y al cabo, fue elegido por algo, ¿no?

Además, fuera del parlamento tampoco es que tuviese mucha suerte, cada vez que mis compañeras y yo íbamos a misa, los monjes nos contaban de todo sobre el nuevo rey. Decían que no era un buen cristiano, que él y su familia sólo querían traer la ruina al reino de Dios. No sé si era por el monasterio, pero ahí a lo que respetar al prójimo se refiere no lo practicaban mucho. Aunque no diré quiénes eran, podéis estar tranquilos, el correo es ilegal revisarlo sin permiso, así que no me ocurrirá nada por decir mis pensamientos.

¿Han oído ustedes sobre la reciente guerra civil? Así es, queridos padres, los absolutistas habían encontrado a otro Carlos a quien apoyar. He oído que se están concentrados en la zona Norte, donde está mi primo Iván. Supongo que por su radicalismo cristiano estará en el frente deseoso de intervenir en batalla. Aquí no está afectando mucho la guerra, pero en la salud mental de su Majestad… Simplemente decía: “Ah, per Bacco, io non capisconiente. Siamo una gabbia di Pazzi” y seguía con sus tareas. De tanto oírle, descubrí que significaba “No entiendo nada, esto es una jaula de locos”.

Resulta que no solamente aquí nos considera locos, en Cuba también. Cada día la guerra en Cuba era peor, y cada día su Majestad se arrancaba aún más los pelos por ella. Según lo que pude escuchar en una breve entrada para vaciar la papelera, no estamos yendo muy bien. Recuerdo la cara del Rey cuando le dijeron la noticia, después de ordenarme que me fuese inmediatamente junto al mensajero. No dejó de gritar en todo el día, y no dejaba que nadie le visitase. Estaba demasiado afectado de todo lo que pasaba.

Así es, ese hombre estaba loco, pero no por su culpa. Anterior a las guerras, se dio un fatídico suceso que marcó a los Reyes. No sé si sabían ustedes de esto, pero esto fue el único acontecimiento que lo viví de primera mano. Un día cualquiera, mientras limpiábamos los aposentos, las mujeres y yo oímos por la ventana “¡Hoy morirá el rey!”. Aunque de primeras ignoramos por completo a aquel desconocido que creíamos lunático, le escuchamos dos veces más hasta que la guardia real le echó. Pero aquel tiempo fue el suficiente para alterar a todo el palacio.

Nosotras se lo comunicamos a su majestad la reina, que avisó al rey. Al igual que con otros conflictos anteriores, seguía con una mente fría. “Si hiciera caso de todas las amenazas contra mi persona, no podría salir y ya me habrían matado al menos una docena de veces. No quiero que el pueblo diga que el rey se encierra en su palacio porque tiene miedo.”

Por la tarde sus majestades siguieron con su rutina habitual, una ida y vuelta para pasar por los parques del Retiro. Lo interesante fue ver con mis propios ojos cómo un caballo se desplomaba a las puertas de palacio después de su vuelta. Aquella escena era digna de un cuadro: Un caballo muerto, la reina con ojos que parecían fuentes, el brigadier Burgos consolándola y, cómo no, el rey con una faz de enfado que nunca le había visto antes. Resulta que efectivamente ese hombre cumplió con la amenaza de por la mañana, él y otros tres hombres más, a disparos en plena noche.

¡Lo más gracioso fue ver al rey intentar salir de nuevo al día siguiente! Si ustedes vieran cómo los guardias agarraban al Rey para evitar sus actividades exteriores, no lo tomarían como un Rey, sino un loco. Aquella vez sí que pensamos que había perdido la cabeza completamente. Claro, que nuestra idea no estaba muy equivocada, teniendo en cuenta cómo le afectaron después cada noticia que le dieron de la Guerra Cubana o la Civil.

Tanto le afectaron que ayer mismo renunció al trono, supongo que ustedes ya habrán escuchado la noticia. Es todo verdad, en estos momentos está refugiado en la embajada italiana junto a su mujer, mientras que aquí en palacio todo está patas arriba. Personal yéndose, discusiones por doquier… Simplemente asimilar la situación me provoca dolor en la cabeza.

Por medio de esta carta, queridos padres, quiero que vean la situación de estos dos últimos años. Sé que están aislados en el campo y siempre dicen que estoy en la ciudad por mi bien, pero les ruego que, por favor, después de leer esta carta, me reclamen lo antes posible. Más que servir en palacio parece que oficio en una casa de locos.

Con mucho amor,

Su hija Lía.

Después del exilio de Isabel II, se buscó un nuevo Rey para España. Este sería Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II. Cuando Amadeo llega a España finales de 1870, le informan que el general Prim, su principal apoyo, había sido asesinado. Después de aquel acontecimiento, tuvo un gran rechazo por el parlamento, las Cortes (que apoyaban a Alfonso, hijo de Isabel II), el clero y el pueblo. Los carlistas tampoco le apoyaron y siguieron reclamando el trono, y los republicanos seguían con su ideal de la República. Los dos años que en los que reinó se caracterizaron por su inestabilidad política. A la política interior se añadió el empeoramiento de la guerra de independencia con Cuba. Amadeo I renuncia y las Cortes proclaman la República.

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