Con motivo del IV Centenario de los Reales Estudios queremos destacar la figura del primer gran matemático que fue profesor en las aulas de lo que hoy es el Instituto San Isidro de Madrid.
Autor de libros Matemáticos, profesor y fabricante de instrumentos— emerge una figura multidisciplinar que supone una originalidad en la pedagogía del siglo XVII: un modo de enseñar basado en la visualidad, la exactitud técnica y la aplicación práctica del conocimiento matemático. El padre Claudio Richard se revela así como un mediador entre la ciencia, la imprenta y la corte, cuyo trabajo contribuyó a consolidar el prestigio del Colegio Imperial de Madrid como centro de difusión del saber matemático en la España barroca.
Claudio Richard convirtió las matemáticas en arte visual
Un sabio en la corte de Felipe IV
| Claudio Richard, Planisferio Terrestr, 1634. Madrid, Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. |
En pleno Siglo de Oro, cuando la ciencia se explicaba en latín y los libros eran tesoros escasos, un jesuita borgoñón convirtió las matemáticas en un espectáculo para la vista. Claudio Richard (1589–1664) fue profesor, científico y artesano de instrumentos en el Colegio Imperial de Madrid, donde enseñó a nobles y cortesanos que las figuras geométricas podían revelar la armonía del universo.
Su historia comienza en 1629. De camino a Lisboa rumbo a una misión en China, Felipe IV lo retuvo en Madrid: necesitaba un matemático para los Estudios Reales, recién fundados. Desde entonces, Richard se convirtió en el catedrático de matemáticas del rey y en un maestro singular.
Libros que se desplegaban como mapas
En una época sin pantallas ni proyectores, Richard entendió que ver era comprender. En 1645 publicó en Amberes su monumental versión de los Elementos de Euclides, acompañada por más de 400 diagramas grabados en cobre. Cada figura se desplegaba junto al texto: el lector podía abrir las láminas y seguir con los ojos el razonamiento geométrico. Era, literalmente, un libro interactivo del siglo XVII.
Dedicado a Felipe IV, el libro integra la obra dentro de la política cortesana de mecenazgo. La edición destaca por su cuidado aparato visual: más de 400 diagramas geométricos grabados en cobre por Arnold Loemans. Richard diseñó un sistema innovador que vinculaba texto y figura mediante letras y llamadas marginales, permitiendo al lector desplegar las láminas plegadas para visualizar simultáneamente proposiciones y diagramas. Las instrucciones tipográficas y de encuadernación, redactadas en latín y francés, evidencian la voluntad del autor de garantizar la exactitud gráfica como parte esencial del aprendizaje matemático.
| Claudio Richard, Evclidis Elementorvm Geometricorvm Libros Tredecim (frontispicio). (Amberes: Ex Officina Hieronymi Verdvssi, 1645). |
Diez años después repitió la hazaña con las Cónicas de Apolonio (1655). Dedicado a su antiguo alumno, el marqués de Aytona, el tratado mostraba cómo las matemáticas servían para la guerra, la arquitectura o la astronomía. En su frontispicio, el noble aparece rodeado de compases, mapas y armas: ciencia y estrategia unidas por el trazo del compás.
Repite el esquema editorial del Euclides: grabados calcográficos precisos, instrucciones para tipógrafos y encuadernadores (esta vez también en neerlandés) y posibilidad de encuadernar las láminas en un volumen aparte. El tratado sitúa a Richard dentro de la tradición jesuítica de la geometría aplicada, heredera de Clavius, y en diálogo con la cultura científica europea (Mersenne, Huygens, Saint-Vincent).
| Claudio Richard, Apollonii Pergaei Conicorum Libri IV (frontispicio). (Amberes: Apud Hieronymum & Ioannem Bapt. Verdussen, 1655). |
Enseñar en la lengua vernácula
A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Richard enseñaba en castellano, no en latín. Sus manuscritos —como el Tratado de la esfera astronómica (1639)— estaban dirigidos a los pajes del rey, jóvenes nobles que se preparaban para servir a la monarquía.
Sus clases combinaban teoría y práctica: utilizaba astrolabios, esferas, planisferios y pantómetras, muchos de los cuales se conservaban en la biblioteca del Colegio Imperial, un auténtico museo del saber. Allí, los libros convivían con los instrumentos que hacían visibles las ideas.
Formaron parte de l colección de instrumentos del Departamento de Física del Instituto San Isidro actualmente se encuentran expuestos en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología en Alcobendas, Madrid.
| Claudio Richard, Planisferio celeste, 1634. Madrid, Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. |
Una pedagogía visual y moderna
La historiadora Margarita Ana Vázquez Manassero (1)ha reconstruido en detalle esta vida dedicada a la ciencia. En su estudio muestra cómo Richard fue mucho más que un erudito: fue un pedagogo moderno, convencido de que las matemáticas no se aprenden solo leyendo, sino mirando y manipulando.
Su obra ilustra el papel de los Reales Estudios como motor de la ciencia en la Europa barroca. Desde Madrid, Richard difundió un método de enseñanza basado en la imagen, la precisión técnica y la aplicación práctica del conocimiento.
La belleza de pensar en líneas
Claudio Richard hizo de la geometría una forma de arte. Para él, cada triángulo, cada esfera y cada elipse eran reflejos de un orden divino que podía comprenderse con los ojos y con la mente.
Cuatro siglos después, sus libros desplegables y sus diagramas siguen recordándonos que las matemáticas —esas que muchos temen por abstractas— también pueden ser una experiencia visual, poética y profundamente humana.
Su legado revela hasta qué punto los Reales Estudios impulsaron la ciencia en la Europa del Barroco, y cómo Madrid, a través del Colegio Imperial, se convirtió en un centro de saber comparable a los de Roma o París.
En una época en la que enseñar geometría era también enseñar a mirar el mundo con precisión, el Claudio Richard logró que sus alumnos —nobles, militares o cortesanos— entendieran que la belleza de las matemáticas no estaba solo en los números, sino en la claridad de sus líneas y figuras. Su obra nos recuerda que, a veces, el conocimiento más abstracto puede ser también el más visual.
Bibliografía
Vázquez Manassero, M. A. (2023). El Padre Claudio Richard y la enseñanza de las matemáticas en el Colegio Imperial de Madrid: libros, imágenes e instrumentos. Librosdelacorte.Es, 27, 432-468. https://doi.org/10.15366/ldc2023.15.27.016 recuperado de https://revistas.uam.es/librosdelacorte/article/view/17838












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