Lía Lázaro 2BA
12 de febrero de 1973
A mis queridos padres:
Les escribo para informar a
vuestras mercedes que estoy en perfecta salud a lo que físico se refiere, ya
que estos últimos dos años no han sido más que dolores de cabeza. El deseo de
darme el mejor futuro mandándome a palacio, se ha tornado pesadilla. De mi
oficio no me quejo, tengo un buen salario, mis compañeros son muy amables y las
condiciones eran muy buenas, hasta que vino el italiano.
Justo después de la marcha de
Isabel II, los sirvientes de palacio tuvimos una vida bastante tranquila,
solamente teníamos que mantener el estado del edificio impoluto cuando estaba
el general Serrano ejerciendo como regente.
Un día vino el general Prim
dando gritos, aclamando que íbamos a tener nuevo rey. No pude enterarme muy
bien de la conversación que tuvo con Serrano al respecto, ya que todos teníamos
la oreja puesta en la puerta de la habitación donde estaban. Sólo pudimos sacar
la conclusión que había un candidato italiano. Resulta que a lo que vino el
general Prim era para informar que se haría una votación para elegir al nuevo
rey, en donde ganó Amadeo De Saboya, Duque de Aosta. Hijo del rey de Italia.
Imagínense ustedes nuestras
reacciones en palacio, “¡Un rey italiano!” exclamó una de mis compañeras. “¡Seguro
que ni español habla! ¿No podían haber elegido otro candidato al que podamos
servir sin adivinar lo que dice?”. Nos preocupaban los rumores que nos llegaron
sobre la mala suerte que le acompañaba desde el día de su boda, en el que
murieron hasta 7 personas; unas por suicidio, y otras por accidente.
Vivíamos con la incertidumbre de
correr la misma suerte que aquellos pobres, Dios les tenga en su Gloria.
Mis predicciones no fueron del
todo incorrectas. Durante los próximos años se manifestaron una serie de
catastróficas desdichas que llevarían, no solo a palacio a la locura, sino
también al país.
Justo antes de la llegada del nuevo
rey, un atentado ocurrió en una calle de Madrid. Cuando el mozo que nos vende la
harina terminaba su ronda, vio como unos hombres con el rostro tapado disparaban
contra una carroza lujosa. Dentro se encontraba el general Prim, el apoyo
principal del Rey. Murió justo antes de que el italiano viniese.
Su homenaje no duró mucho, pero
en el propio funeral pudimos conocer de primera mano al que sería nuestro jefe
principal. Efectivamente, no hablaba español, pero eso no impidió que nosotros,
sus sirvientes, nos enterásemos a lujo de detalles de todos los problemas que
le surgían.
Después de que jurara ante las
cortes vinieron los problemas. Cada día llegaba del Parlamento agitado, bien
por los moderados o bien por los progresistas. Los moderados apoyaban con
incondicionalidad a Isabel y su hijo, reclamaban cada segundo que podían su
vuelta, y los progresistas…Algunos le apoyaban y otros no. Era comprensible, si
yo fuera uno de ellos tampoco lo haría. Empezamos por que el hombre no era nada
avispado, era muy dubitativo. Si un hombre no puede decidir si prefiere su café
con solo un terrón o con dos, ¿Cómo gobernará un país?
Cada día escucho aún más que dichos
progresistas quieren una república, y eso me da mucho miedo. Ustedes ya saben
que mi opinión acerca de ello es nula, pero eso me ha hecho pensar, ¿Qué sería
de mi puesto de trabajo? No solamente lo pienso yo, muchos de mis compañeros
también. Cada vez que apagamos luces nos surge la misma duda, aquella que nos
quita el sueño y que incluso nos hace imposible trabajar. Nunca sabemos si
apoyar al Rey o no. Al fin y al cabo, fue elegido por algo, ¿no?
Además, fuera del parlamento
tampoco es que tuviese mucha suerte, cada vez que mis compañeras y yo íbamos a
misa, los monjes nos contaban de todo sobre el nuevo rey. Decían que no era un
buen cristiano, que él y su familia sólo querían traer la ruina al reino de
Dios. No sé si era por el monasterio, pero ahí a lo que respetar al prójimo se
refiere no lo practicaban mucho. Aunque no diré quiénes eran, podéis estar
tranquilos, el correo es ilegal revisarlo sin permiso, así que no me ocurrirá
nada por decir mis pensamientos.
¿Han oído ustedes sobre la
reciente guerra civil? Así es, queridos padres, los absolutistas habían
encontrado a otro Carlos a quien apoyar. He oído que se están concentrados en
la zona Norte, donde está mi primo Iván. Supongo que por su radicalismo
cristiano estará en el frente deseoso de intervenir en batalla. Aquí no está afectando
mucho la guerra, pero en la salud mental de su Majestad… Simplemente decía: “Ah,
per Bacco, io non capisconiente. Siamo una gabbia di Pazzi” y seguía con
sus tareas. De tanto oírle, descubrí que significaba “No entiendo nada, esto es
una jaula de locos”.
Resulta que no solamente aquí
nos considera locos, en Cuba también. Cada día la guerra en Cuba era peor, y
cada día su Majestad se arrancaba aún más los pelos por ella. Según lo que pude
escuchar en una breve entrada para vaciar la papelera, no estamos yendo muy
bien. Recuerdo la cara del Rey cuando le dijeron la noticia, después de
ordenarme que me fuese inmediatamente junto al mensajero. No dejó de gritar en
todo el día, y no dejaba que nadie le visitase. Estaba demasiado afectado de
todo lo que pasaba.
Así es, ese hombre estaba
loco, pero no por su culpa. Anterior a las guerras, se dio un fatídico suceso
que marcó a los Reyes. No sé si sabían ustedes de esto, pero esto fue el único
acontecimiento que lo viví de primera mano. Un día cualquiera, mientras
limpiábamos los aposentos, las mujeres y yo oímos por la ventana “¡Hoy morirá
el rey!”. Aunque de primeras ignoramos por completo a aquel desconocido que
creíamos lunático, le escuchamos dos veces más hasta que la guardia real le
echó. Pero aquel tiempo fue el suficiente para alterar a todo el palacio.
Nosotras se lo comunicamos a
su majestad la reina, que avisó al rey. Al igual que con otros conflictos
anteriores, seguía con una mente fría. “Si hiciera caso de todas las amenazas
contra mi persona, no podría salir y ya me habrían matado al menos una docena
de veces. No quiero que el pueblo diga que el rey se encierra en su palacio
porque tiene miedo.”
Por la tarde sus majestades
siguieron con su rutina habitual, una ida y vuelta para pasar por los parques
del Retiro. Lo interesante fue ver con mis propios ojos cómo un caballo se
desplomaba a las puertas de palacio después de su vuelta. Aquella escena era
digna de un cuadro: Un caballo muerto, la reina con ojos que parecían fuentes, el
brigadier Burgos consolándola y, cómo no, el rey con una faz de enfado que
nunca le había visto antes. Resulta que efectivamente ese hombre cumplió con la
amenaza de por la mañana, él y otros tres hombres más, a disparos en plena
noche.
¡Lo más gracioso fue ver al
rey intentar salir de nuevo al día siguiente! Si ustedes vieran cómo los
guardias agarraban al Rey para evitar sus actividades exteriores, no lo
tomarían como un Rey, sino un loco. Aquella vez sí que pensamos que había
perdido la cabeza completamente. Claro, que nuestra idea no estaba muy
equivocada, teniendo en cuenta cómo le afectaron después cada noticia que le dieron
de la Guerra Cubana o la Civil.
Tanto le afectaron que ayer
mismo renunció al trono, supongo que ustedes ya habrán escuchado la noticia. Es
todo verdad, en estos momentos está refugiado en la embajada italiana junto a
su mujer, mientras que aquí en palacio todo está patas arriba. Personal
yéndose, discusiones por doquier… Simplemente asimilar la situación me provoca
dolor en la cabeza.
Por medio de esta carta,
queridos padres, quiero que vean la situación de estos dos últimos años. Sé que
están aislados en el campo y siempre dicen que estoy en la ciudad por mi bien, pero
les ruego que, por favor, después de leer esta carta, me reclamen lo antes
posible. Más que servir en palacio parece que oficio en una casa de locos.
Con mucho amor,
Su hija Lía.
Después del exilio de Isabel II, se
buscó un nuevo Rey para España. Este sería Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II. Cuando Amadeo
llega a España finales de 1870, le informan que el general Prim, su principal
apoyo, había sido asesinado. Después de aquel acontecimiento, tuvo un gran
rechazo por el parlamento, las Cortes (que apoyaban a Alfonso, hijo de Isabel
II), el clero y el pueblo. Los carlistas tampoco le apoyaron y siguieron
reclamando el trono, y los republicanos seguían con su ideal de la República. Los
dos años que en los que reinó se caracterizaron por su inestabilidad política. A
la política interior se añadió el empeoramiento de la guerra de independencia
con Cuba. Amadeo I renuncia y las Cortes proclaman la República.