jueves, 10 de marzo de 2022

CERTAMEN FILOSÓFICO (segundo premio disertación, fotos de la entrega de premios)

 ¿HASTA DÓNDE NOS LLEVARÁ EL TRANSHUMANISMO?

Madlen Rumenova Istrevska


Al reflexionar sobre el transhumanismo, no puedo evitar pensar en lo natural que es

para el ser humano buscar la manera de superarse y mejorar, pues es lo que lleva

intentando desde el principio de los tiempos. Hoy, el medio que le permite lograr su

objetivo es el avance científico y tecnológico, que en los últimos años ha ido

desarrollándose a una velocidad inimaginable y que, de una manera notable, ha ido

facilitando nuestra vida en todos los aspectos. Pero dicho avance trae consigo la

posibilidad de pasar a un nivel superior en el que la idea de fusionarnos con la

tecnología ya no se presenta como lejana e improbable, sino que se convierte en una

realidad que ya está aquí, y que supondría una nueva etapa en la evolución humana.

Sin embargo, me asalta la cuestión de si esta mejora humana podría tener consecuencias

negativas e incluso devastadoras para el mundo. Evidentemente este cambio supondría

un gran impacto para el mundo que conocemos, que se moldearía para adaptarse a las

necesidades de esta nueva versión del ser humano. Sin duda supondría una nueva era

para la humanidad, por lo que creo necesario plantearse: ¿Tenemos el derecho de alterar

la naturaleza del ser humano? ¿Hasta dónde nos llevaría el transhumanismo? ¿Se

presenta ante nosotros una utopía o una distopía?

Sobre el transhumanismo existen opiniones muy diferentes, a algunos les desagrada la

idea y les transmite rechazo, seguramente porque la idea de insertar materiales

artificiales en el cuerpo no les convence o les resulta antinatural. Para muchos otros es

algo muy atractivo que esperan con ansia, que ven como la oportunidad de una vida

mejor y libre de dolor. La oportunidad de por fin erradicar el sufrimiento al vencer a la

enfermedad y a la vejez, la oportunidad de hacer del humano un ser superior, que sería

imbatible por la propia naturaleza, al aumentarle sus capacidades físicas y psíquicas,

pudiendo incluso suprimir emociones indeseadas como la tristeza, la soledad, el dolor...

Y visto de esta manera parece un sueño hecho realidad, por qué acaso existe alguien que

no querría liberarse del dolor, acaso no daríamos cualquier cosa por salvar a esa persona


que lo es todo para nosotros de una enfermedad terminal, o acaso no le encantaría a ese

anciano de ochenta años disfrutar de la vida un poco más de tiempo. Pues todo eso y

más es lo que se nos promete lograr. En teoría, no parecería haber ningún inconveniente

en fusionarnos con la tecnología, pero esta idea, que ya es factible en nuestros días, nos

enfrenta a una realidad que trae consigo cambios, grandes cambios, muchos de los

cuales resulta cuestionable si nos favorecerán. Y por más vueltas que le doy, más fuerte

se vuelve mi convicción de que es demasiado bonito para ser verdad. Deberíamos

estudiar también el transhumanismo desde otros puntos de vista, considerando los

posibles aspectos negativos que conllevaría la percepción del hombre como algo

meramente material.


Nosotros somos una pequeña parte de lo que es la naturaleza, somos una especie más,

pero poseemos algo que a lo largo de nuestra historia nos ha hecho desarrollarnos como

especie al construir, inventar, descubrir, mejorar..., y ese algo es la razón. El menester

de supervivencia y el deseo de comodidad nos han impulsado a crear todo lo que

tenemos hasta nuestros días, poco a poco hemos ido creando herramientas que nos han

permitido vivir cada vez mejor, y para atender a nuestras necesidades hemos ido

moldeando el entorno que nos rodea a nuestra conveniencia. Así surgió la tecnología,

creada para facilitar nuestra existencia, y hoy en día se nos plantea la posibilidad de

fusionarnos con ella para aparentemente dar el siguiente paso de nuestra evolución. Pero

cuidado, el transhumanismo ofrece la posibilidad de pasar a otro nivel, en el que el ser

humano se separa de la naturaleza pasando a ser un posthumano, un ser superior que

podría incluso significar el fin de la especie Homo sapiens, y el surgimiento de una

nueva, Homo technologicus. Al darle la bienvenida al transhumanismo también estamos

abriendo el camino a la extinción de nuestra propia especie.

Es verdad que el fin de nuestra especie puede resultarnos prometedor, porque la

aparición de un Homo technologicus supondría no solo mejorar las capacidades antes

mencionadas, sino también la eliminación de cualidades o sentimientos como el miedo,

la vagancia o timidez que de alguna manera nos estorban y de las que nos encantaría

poder deshacernos. Pero olvidamos que nuestras imperfecciones son parte de nosotros,

y que eliminándolas estamos acabando con nuestra propia personalidad, con lo que nos

hace diferentes y únicos. De esta manera gobernaría la perfección y daríamos paso a una

aterradora igualdad, propia de las máquinas y los robots, que sería en lo que

terminaríamos convirtiéndonos si consideramos sentimientos y emociones como a una

debilidad.



Por otra parte, el transhumanismo también apela a lo emocional, cuando promete acabar

con el sufrimiento, ofreciéndonos la oportunidad de salvar a un ser querido de la

enfermedad, de acabar con la muerte, de hacer nuestras emociones maleables y

prescindibles, para así evitar el dolor. Y todo se reduce a algo tan natural como intentar

evitar esta emoción que tanto daño nos hace. Pero la vida se basa en momentos malos y

buenos, y si no experimentamos situaciones difíciles, no conoceríamos ni sabríamos

apreciar los buenos momentos, que son por los que vivimos, y que sin estos,

entraríamos en un estado de indiferencia en el que no le veríamos sentido ni a la vida ni

a la existencia.

En cualquier caso, y como ya señalé, la alteración del ser humano es inevitable porque

es factible. Aunque una parte de la población se oponga e intente impedirlo, este

proceso una vez empezado, no tendrá marcha atrás, y podría implicar una potencial

división de la población en dos grupos opuestos. Y si esta división entre humanos y

posthumanos llegara a acontecer, supondría un nuevo motivo de disputas,

enfrentamientos e incluso podría acabar en una guerra mundial. «En un futuro, las

clases sociales se convertirán en clases biológicas», es lo que postula el catedrático de

Lógica y Filosofía de la Universidad de Málaga Antonio Diéguez1



 Hay una alta probabilidad de que en un futuro transhumano la convivencia entre los humanos

mejorados y no mejorados sea inviable debido a las diferentes necesidades de ambas

especies.

Me pregunto qué será de esos humanos no mejorados, si habiéndose quedado

estancados en la historia vivirán apartados del resto de la población, excluidos como

deshechos, o si serán bien aceptados y tolerados por los posthumanos, que tendrán un

enorme poder sobre ellos. Y no hace falta darle muchas vueltas para imaginar que no

supondría ninguna dificultad para el humano mejorado, eliminar a este grupo que

algunos verán como una molestia para seguir avanzando.

Considero de suma importancia empezar a reflexionar sobre los posibles aspectos

negativos del transhumanismo. Cabe plantearse si esa humanidad no sería más fácil de

1 Entrevista realizada en elDiario.es el 15 de marzo de 2021.


https://www.eldiario.es/red/que-es/transhumanismo-blindaje-enfermedades-diferencias-sociales-

biologicas_1_7312396.html


controlar y manipular. Si es posible modificar al humano para mejorar sus capacidades,

¿por qué no también para otro tipo de fines? Y si ya ha habido en la historia gobernantes

que han provocado millones de muertes y cometido atrocidades, qué nos garantiza que

esto no pueda volver a pasar, pues es un hecho que la historia se repite. Y me pregunto

si merece la pena abrirle la puerta a la posibilidad de perder nuestra libertad, porque sí,

con el transhumanismo ganaríamos mucho, pero también podemos perder algo

demasiado preciado como para arriesgarlo, nuestra libertad, y, por tanto, nuestra

felicidad.

Queramos o no, el transhumanismo es el futuro, la siguiente etapa que llevará al ser

humano a convertirse en un cíborg que prescindirá de imperfecciones, sentimientos,

errores... Su vida, rutina y objetivos serán completamente distintos a los nuestros, y

aunque nos sea difícil de imaginar, a medida que la inteligencia artificial e ingeniería

biomédica vayan avanzando llegará el momento en el que se contemple la posibilidad

de reemplazar el cerebro por una máquina y así vivir para siempre en una realidad

virtual. Pero si llegamos a este punto en el que ya lo poseemos todo, hasta incluso la

existencia eterna, qué sentido adoptará la vida, para qué seguiremos viviendo, ya no

habrá objetivos que perseguir, nada que nos mueva a superarnos a nosotros mismos, ya

lo tendríamos todo. Y quedarse para siempre en una realidad virtual en la que todo es

falsamente perfecto no suena a una vida feliz sino a una pesadilla eterna.



Para concluir, considero de vital importancia que la población se despierte y tome las

riendas de su futuro, que empiece a reflexionar y a pensar por sí misma, que se plantée

si no estaríamos comprometiendo nuestra privacidad y poniéndonos en una posición

vulnerable frente a un control absoluto, privándonos de la libertad. La sociedad debe

preguntarse si el transhumanismo es lo que más le conviene, si de verdad nos hará más

felices y tomar conciencia de sus posibles aterradoras consecuencias con las que

tendrían que convivir las generaciones siguientes. Y, como bien dijo el psicoanalista

alemán Erich Fromm, «El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos.

Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots».



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